El 80% de los estadounidenses, reconocen que en algún momento de sus vidas se han planteado la posibilidad de escribir un libro.
Casi nadie lo hace, y lo más seguro es que sea así por esa extraña «áurea» especial que le sobreponemos a autores consagrados y por desconocer cómo comenzar.
No obstante, al margen de nuestra consideración de lo que sea literatura buena o regular, las razones por las que escribir van más allá de tener éxito o no publicando una obra.
«Escribir» es un proceso mental que descarga nuestra percepción del mundo en el papel.
Existe algo mágico que sucede cada vez que ponemos por escrito nuestros pensamientos, sean en la forma de una historia o relato corto, a modo de diario o esa carta de amor que le escribimos a nuestra pareja.
Escribir supone materializar en el papel parte de la existencia que vivimos cada día (y digerir sus sinsabores y celebrar sus luces).
Si supone una de tus pasiones, dedicar media hora al día a sentarte solo contigo mismo, lápiz en mano o con el ordenador portátil sobre tu regazo, escribir es una forma magnífica de entrar fácilmente en ese estado de «fluir» con el que incluso perdemos la noción del tiempo.
Cuando escribes recuerdas que eres una persona libre: de hablar de lo que quieras, de desahogarte, de tratar de darle un significado a lo incomprensible, de digerir aquella discusión con ese ser tan querido, de tener esa fantasía con el vecino entrenador de gimnasio o la vecina enfermera e incluso de escribir caóticamente, y hasta con faltas de ortografía y de puntuación, cualquier cosa que se te ocurra.
Comprende la vida y tus vivencias… escribiendo.
Elimina el rencor externalizándolo sobre le papel.
Celebra la vida contando ese acontecimiento tan feliz en una nueva entrada en tu diario.
No hay nadie que te juzgue ni reglas: tan solo estás tú y el papel.
De ese modo, algo tan aparentemente inofensivo como tu propio diario, se convierte en un compañero fiel al que acudes para contarle «tus cosas», cómo fue el día, tus preocupaciones más profundas o hasta desarrollas en él esas fantasías tan libertinas como necesarias.